En el corazón de nuestra escuela, se tejió una red de amistad y aprendizaje que va más allá de las aulas: el proyecto de padrinos y ahijados.
Esta iniciativa, que une a los pequeños de primer grado con los casi graduados de séptimo, ha demostrado ser una experiencia enriquecedora para todos y todas. Los estudiantes mayores se convirtieron en mentores y guías, mientras que los más chicos encontraron en ellos a un referente y un amigo mayor que los acompañó en sus primeros pasos en la primaria.
El objetivo principal de este proyecto fue fomentar la empatía, la responsabilidad y la colaboración. El vínculo comenzó a construirse cuando los ahijados todavía estaban en sala de 5, soñando con “entrar por la otra puerta”, y deseosos de saber cómo es la escuela primaria. Compartieron cuentos, e incluso los más grandes les ayudaron la primera vez que usaron sus cartucheras, enseñándoles con paciencia cómo ordenar sus útiles.
Cuando el jardín se terminó, se vivió uno de los momentos más emotivos y significativos del proyecto: el primer día de clases de la escuela primaria. Para los más pequeños, el ingreso a un nuevo ciclo escolar puede estar lleno de temores, pero “de la mano de mi padrino o madrina, todo es más fácil”. Los grandes los acompañaron al aula y estuvieron presentes mientras los estudiantes de primer grado se sentaban en sus lugares y miraban las paredes con asombro. Al mismo tiempo, los más grandes estaban viviendo su último primer día de esta etapa, una experiencia cargada de emociones que los hacía sentirse grandes y responsables.
A lo largo de este año, con ambos grupos ya en la escuela primaria, hemos sido testigos de otros momentos maravillosos… ¡Cómo olvidar, por ejemplo, nuestra jornada de bingo en inglés! Cuando con cartones llenos de palabras y colores, los ahijados aprendieron nuevo vocabulario, mientras sus padrinos los ayudaban con la pronunciación y la traducción.
Tampoco podemos dejar de mencionar la colaboración de séptimo grado en un gran desafío para los peques… ¿Cómo atarse los cordones? Para esta instancia, los chicos de séptimo dedicaron tiempo y esfuerzo en crear una herramienta especial: fabricaron zapatillas de cartón, cada una con sus orificios y cordones de verdad. Esta fue una muestra de dedicación y compromiso de los más grandes hacia sus pequeños compañeros porque cuidaron todos los detalles: elegir colores alegres, usar cordones largos para que el aprendizaje resultara más dinámico y escribir el nombre de cada ahijado en imprenta, bien claro, para que todos pudieran reconocerlo fácilmente. A través de este simple gesto, los padrinos no solo enseñaron una habilidad motora, también les mostraron a sus ahijados la importancia de la paciencia y del no rendirse. Cada nudo que se deshacía era una oportunidad para volver a intentarlo. Cada cordón que se cruzaba era un paso más en un proceso de aprendizaje conjunto.
Para cerrar el proyecto, realizamos un paseo compartido: ¡visitamos la casa de María Elena Walsh! Y nadie mejor que nuestros padrinos y madrinas para llevarnos de la mano por esa casa de ensueño y mostrarnos cada detalle.
Este proyecto es un recordatorio de que, sin importar la edad, todos tenemos algo que enseñar y algo que aprender. Es una muestra de cómo la escuela puede ser no solo un lugar de conocimiento, sino también un espacio para cultivar valores y construir una comunidad más unida, empática y solidaria.
Las seños y todo primer grado les deseamos a los padrinos y madrinas mucho éxito en esta nueva etapa que van a emprender, y ojalá que alguien pueda acompañarlos a ustedes con el mismo cariño que lo hicieron ustedes con nosotros…
Autoras: Melina Carna y Lorena Bologna