La escuela es una institución especial: se inscribe plenamente en la actualidad pero, al mismo tiempo, preserva saberes y maneras de vincularse que, en ocasiones, parecen estar desanclados respecto del presente.
En ella se descubren sentidos y se aprenden herramientas necesarios para habitar el mundo que viene, un mundo que tiene sus propios rasgos, su propia singularidad, sus propias novedades. A la vez, sobre todo en tiempos convulsionados como los que atravesamos, aparece como un lugar privilegiado para que el trabajo con otros, la exploración de la vida en común y la creatividad propia sigan encontrando un terreno fértil para desarrollarse.
Niños, chicos y adolescentes cargan todos los días sus mochilas con algo de todo esto. Se trata de un trabajo a largo plazo, paciente y esforzado. Más tarde, en su vida profesional, académica y familiar, irradian lo que aprendieron hacia toda la comunidad. Entonces, aquello que muchas veces parece invisible aflora en toda su plenitud.
Se trata de sostener a la educación como elemento fundamental para alcanzar la libertad, para recrear valores de equidad y lazos solidarios. La propuesta con la que proyectamos nuestra escuela sigue vigente con la intención de sacudir el espíritu y provocar la capacidad de acción para un mundo mejor.