En el Glaux incorporamos el juego como una herramienta pedagógica y social que contribuye a construir comunidad, reforzar lazos y generar espacios compartidos significativos.

Podríamos pensar, al igual que muchos, que la escuela es el lugar al que las y los estudiantes vienen a aprender, a adquirir conocimientos, a sumar herramientas que les faciliten el acceso al mundo laboral y la continuidad de sus estudios. Pero la escuela puede ser un poco más que eso. Jugando podemos encontrarnos desde un lugar diferente al del aula tradicional y generar un intercambio horizontal en el que se refuercen relaciones más humanas y cercanas, y un sentido de pertenencia hacia la institución.



Una característica de nuestros espacios lúdicos es que invitan a estar en la escuela en los ratos libres, cuando los estudiantes podrían optar por irse. Elegir quedarse y jugar genera un ambiente relajado que desplaza a la escuela de ese lugar en el que “se debe estar” hacia uno en el que “se quiere estar”. De esta manera, se transforma la vida escolar cotidiana, sobre todo en los últimos años, en los que se juega lo académico por un lado y la cercanía del cierre de una etapa por el otro.
Este año pasamos las tardes de los martes y jueves con estudiantes de 4º y 5º Año. Fuimos del metegol a la generala, ida y vuelta. Chiara y Lisandro jugaron con Mariana y conmigo en una competencia que duró todo el año y que no tuvo un claro vencedor, mientras Meli y Lautaro alentaron, según el humor del día, a una u otra pareja.
Con 5º Año, después de agotar el metegol y los nervios de Joaquín, pasamos a la generala. Emi, Martu, Male, Juan Cruz, Zoe, Jairo, Bruno, Joaquín y Cata (hasta que empezó a irse a dormir la siesta a su casa) estuvieron todos los martes y jueves del año compartiendo una mesa en el SUM, unos dados y un anotador. Nos reímos y compartimos un montón. Entre la “tranquilidad” de Juan Cruz para anotar y el reclamo de una Emi mucho más ordenada, Zoe proponía discusiones sobre el sistema educativo de la Ciudad de Buenos Aires. Así pasaron los meses y se sumaron Sol y Valen, de cuarto año, que nos hicieron reír mucho.