Se dice que no son las personas las que hacen los viajes, sino los viajes los que hacen a las personas. Las tres crónicas que siguen, que relatan experiencias de distintos grupos del Nivel Secundario, confirman esta idea. ¿Nos acompañan en esta aventura?

Jujuy entre cerros y empanadas

Por Mariano Bonasera, María Eugenia Jalif, Gabriela Jiménez y Rossana Repeti - 4°

Después de un tiempo de quietud, volver a viajar nos invitó a repensar lo importante que es el afuera: el modo en que nos permea e impacta y, al final, nos transforma. Estudiantes y docentes juntos y juntas, compartiendo palabras, colores, sabores y culturas.
Volvimos a Jujuy, volvimos con los grupos de 4° Año de las dos Orientaciones, allá por octubre. Paseamos por Tilcara, Purmamarca, Humahuaca, Maimará y Uquía. Visitamos a la familia Lamas, al artesano y escultor Nadalino Udus, charlamos con la gente y habitamos esos espacios mágicos del noroeste argentino.
Largas caminatas por paisajes únicos con cerros maravillosos que nos llaman para que los contemplemos, momentos imborrables en lugares increíbles retratados en fotografías y guardados en nuestras retinas.
A la vera del Camino de los Colorados, resuenan frases como estas: “la gente acá es muy amable, te tratan muy bien”; “el escultor es un filósofo de la vida, me encantó poder ir a su taller”; “increíblemente rica la comida de Clarita, qué hermoso lugar”.


La experiencia de probar comidas típicas elaboradas en forma artesanal, degustar y experimentar nuevos sabores y texturas y conectarse con el entorno hizo de este viaje una experiencia única y transformadora. El viaje cambia a quien lo transita y estamos convencidos y convencidas de que las chicas y los chicos transitaron esta experiencia impregnados de esta esencia. Pura conexión con los sentidos: olores, colores, sabores.
Jujuy detiene al viajero o viajera en el acto de contemplar, meditar y escuchar el sonido de sus propios pasos: “fuimos el camino”. El compañerismo existe y se ve en cada travesía presente y compartida, aparece en la alegría de las y los estudiantes y se ve reflejada en nuestra satisfacción, como docentes, por el trabajo realizado.
Junto con las experiencias, las fotos y los recuerdos nos queda también la convicción de que de este viaje quedaron nuevas amistades, se reforzaron las ya existentes y se fortalecieron los vínculos del grupo, siendo una experiencia enriquecedora en sentimientos para todas y todos los que formamos parte.



También somos lo que viajamos: Jujuy 24 años después

Por Mariana Fernández Camacho - 3°






Tandil: una pausa para estar juntos

Por María Gallo y Nehuén Brat - 1° y 2°

Salir de campamento es una de las actividades favoritas de las y los estudiantes del Glaux. El campamento de 1º Año suele ser un momento de diversión y distensión y la oportunidad para entrar en contacto con la naturaleza y aprender de ella de una forma diferente. Estar en un entorno natural, rodeados de árboles, arroyos y animales nos permite conocer a nuestras compañeras y compañeros mucho más profundamente y, al mismo tiempo, conocernos mejor a nosotros mismos. Los grupos se integran más y los vínculos se hacen más fuertes, con nuevas experiencias compartidas encima.
En 2022, después de dos años, pudimos volver a viajar y retomamos el tradicional campamento de 1º Año, pero con un ingrediente especial: también se sumó 2º Año y compartimos juntos esta experiencia durante 4 días.
Preparamos este viaje con mucha anticipación. Los cursos de 1º y 2º fueron acrecentando la expectativa de viajar por primera vez con la escuela a medida que se acercaba la fecha. Dejar atrás la virtualidad, la interacción cotidiana vía PC o celular y ponernos al día como grupo, integrarnos, interaccionar con otros cursos era el principal objetivo. Cuando llegó el momento, subimos a los micros bien temprano y recorrimos el trayecto Buenos Aires-Tandil con mucha música, charlas y juegos para empezar a conocernos. Pisamos tierra firme y el Refugio del Valle nos dió la bienvenida con la tríada que nos acompañó durante todo el viaje: actividades, juegos y una comida muy rica.
El primer día, recorrimos el espacio del refugio. Conocimos a los animales y los alimentamos. Intercambiamos sobre la historia de Tandil (por ejemplo, sobre sus primeros pobladores) pero también sobre sus principales actividades económicas. Cerramos los ojos, respiramos el aire profundamente, miramos los cerros, los líquenes en los árboles, el pastizal y así, de a poquito, fuimos poniendo en pausa nuestra forma de vida en la gran ciudad.


Al día siguiente, nos levantamos bien temprano e iniciamos la jornada festejando un cumpleaños con una torta que el refugio preparó especialmente para la ocasión. Luego, nos subimos a los micros y fuimos a pasar un día de aventuras. Realizamos diferentes actividades: escalamos e hicimos rapel, tirolesa y puente tiberano. Al caer la tarde el festejo continuó con juegos y una noche a pura música en el campa-boliche.
El tercer día, aprendimos a cocinar de forma rústica. La experiencia consistió en organizarnos dentro de nuestro grupo para llevar a cabo las distintas tareas que requiere la cocina. Todos trabajamos y aportamos a la labor. Ese día, cada grupo almorzó lo que cocinó y un exigente jurado probó y deliberó sobre los platos. A la noche, tuvimos el tan esperado fogón. El frío nos obligó a hacerlo adentro, pero eso no nos impidió divertirnos. Se armó un escenario improvisado y cada grupo mostró lo que había preparado a sus compañeros y compañeras.
El último día nos despedimos de Tandil a puro juego al aire libre. Antes de volver a casa, pasamos a comprarnos unas cosas ricas para no extrañar tanto este increíble lugar. El regreso fue largo, pero teníamos viejos y nuevos amigos y amigas alrededor. Éramos un grupo mucho más unido, conformado por compañeras y compañeros de 1º y 2º año a los que, ya de regreso en la escuela, pasamos a saludar durante los recreos.